SEREMOS GATAS, DE ACUERDO, SEREMOS GATITAS SI SE EMPEÑAN, PERO CON ALAS. IMAGÍNATE, LAS MUJERES Y LAS GATAS EN CASITA, RONRONEANDO Y LAVÁNDONOS LA CARA TODO EL RATO, QUÉ MÁS QUISIERAN ELLOS. PERO NOSOTRAS NO, NOSOTRAS VAMOS A VOLAR.
"Regiones devastadas" Enriqueta Antolín

sábado, 26 de enero de 2008

El Hombre Perfecto


Le dijo adiós al Hombre Perfecto una noche prematura de verano. Brillaban las estrellas como pecas de cristal en el cielo y la luna era un reclamo nacarado para poetas y hombres lobo. Además alguien se había puesto a tocar un lánguido violín en la distancia. No podía haber sido de otro modo. Quiso que se fuera porque a pesar de que era guapo e ingenioso, culto pero divertido, romántico sin edulcorantes y a pesar de que encima cocinaba y planchaba que era un primor, sus manos eran de mentira y ya estaba más que harta de sus invisibles caricias. Aunque bajase siempre la tapa del inodoro y nunca jamás sintiese la necesidad de rascarse un testículo. Sus dientes refulgieron en la oscuridad cuando abrió la boca para susurrar que siempre les quedaría París, porque él era el Hombre Perfecto y tenía que seguir siéndolo hasta el final, tenía que decir la frase adecuada y largarse con elegancia, sin grandes aspavientos ni reproches pero con ése toque de héroe atormentado que queda tan bien en las películas. Parándose a mirar hacia atrás un último momento antes de desaparecer en el fundido a negro. Se preguntó adónde iría. Quizá a asaltar el sueño de alguna niña fantasiosa, como un Peter Pan de gomina y esmoquin bailando un vals. O en busca de la Mujer Perfecta. Quién sabe. También se preguntó qué sería de ella sin él. Y de repente se vio sola, terriblemente sola entre los Hombres de Carne y Hueso. Entonces tuvo un poco de frío, y hasta miedo.

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