El otro día con las prisas se me cayó una oreja en el metro. La recogí con disimulo y me la eché al bolso junto con el dedo meñique del día anterior, mientras me dejaba llevar escaleras arriba por una marea sorda de brazos y cabezas colgantes. Un buen zombi nunca se para. No podría.
Para ser un buen zombi hay que caminar arrastrando los pies de forma elegante pero con un punto de indolencia, la cabeza un poco ladeada y la espalda doblada formando una chepa bien torneada. Un buen lamento gutural, con el toque justo de desgarro, puede marcar la diferencia entre un zombi cool y uno mediocre. Hay que procurar tener los ojos inyectados en sangre y está prohibidísimo fijar la vista en cualquier punto en particular. Un buen zombi tiene que encontrarse naturalmente incómodo fuera de la luz lechosa de los fluorescentes y tener siempre cuidado de que el sol no estropee el tono ceniciento de su piel. Pero quizá lo más importante: todos los zombis deben entrenarse cuidadosamente para ser completamente inmunes a la poesía y los solos de violín. El mundo subterráneo está lleno de notas y frases que pueden resucitarle a uno de golpe y porrazo…
Y saboreando su limonada preguntó en voz baja, como si alguien pudiera oírlo y censurarlo: Pero a usted, perdone, a ver, quisiera preguntárselo, ¿a usted le interesa la muerte?
Monteiro Rossi esbozó una ancha sonrisa, y eso le incomodó, sostiene Pereira. Pero ¿qué dice, señor Pereira?, exclamó Monteiro Rossi en voz alta, a mí me interesa la vida.
Antonio Tabucchi. Sostiene Pereira.
2 comentarios:
He llegado a tu blog tras practicar ego-surfing, quería saber las reacciones al "Decálogo del buen zombi", así titulé un trabajo que gano un concurso sobre los tan traídos y llevados muertos vivientes. Tu decálogo es bueno, tal vez hubieras ganado el concurso de haberte presentado. Felicidades por el blog, me lo apunto a favoritos.
Gracias Serafín! La verdad es que ya no actualizo mucho pero me sigue encantando que me lean :D
Publicar un comentario