SEREMOS GATAS, DE ACUERDO, SEREMOS GATITAS SI SE EMPEÑAN, PERO CON ALAS. IMAGÍNATE, LAS MUJERES Y LAS GATAS EN CASITA, RONRONEANDO Y LAVÁNDONOS LA CARA TODO EL RATO, QUÉ MÁS QUISIERAN ELLOS. PERO NOSOTRAS NO, NOSOTRAS VAMOS A VOLAR.
"Regiones devastadas" Enriqueta Antolín

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Como siempre


Aunque hoy cumplas
doscientos ochenta y ocho meses
la matusalénica edad no se te nota cuando
en el instante en que vencen los crueles
entrás a averiguar la alegría del mundo
y mucho menos todavía se te nota
cuando volás gaviotamente sobre las fobias
o desarbolás los nudosos rencores

buena edad para cambiar estatutos y horóscopos
para que tu manantial mane amor sin miseria
para que te enfrentes al espejo que exige
y pienses que estás linda
y estés linda

casi no vale la pena desearte júbilos
y lealtades
ya que te van a rodear como ángeles o veleros

es obvio y comprensible
que las manzanas y los jazmines
y los cuidadores de autos y los ciclistas
y las hijas de los villeros
y los cachorros extraviados
y los bichitos de san antonio
y las cajas de fósforos
te consideren una de los suyos
de modo que desearte un feliz cumpleaños
podría ser injusto con tus felices
cumpledías

acordate de esta ley de tu vida

si hace algún tiempo fuiste desgraciada
eso también ayuda a que hoy se afirme
tu bienaventuranza

de todos modos para vos no es novedad
que el mundo
y yo
te queremos de veras

pero yo siempre un poquito más que el mundo


Mario Benedetti

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Desencuentros

A veces se demoraba atiborrándose de tostadas con mantequilla o simplemente mirando fijamente el techo al despertar y entonces tenía que coger sola el autobús para ir a clase sorteando la lluvia y el frío. Al principio había entablado grandes amistades de unos minutos por el puro placer de hablar español en aquella ciudad extranjera, pero luego, cuando el verano avanzó y seguían desfilando por el pasillo las mismas caras entre soñolientas y excitadas, aunque de personas siempre diferentes, terminó por limitarse a esbozar una sonrisa cómplice cada vez que oía una historia divertida relatada en su lengua materna. Invariablemente, en la planta de arriba se encontraba con algún grupo de quinceañeras con los ojos furiosamente pintados de negro y voces chillonas, y a pesar de que había aprendido a no escucharlas no pudo evitar que esa vez llamaran su atención. Hablaban de Marco, el italiano guapísimo que siempre llevaba un gorro blanco en la cabeza, y resulta que ella también se había tropezado con él por parques y bares y ya sabía que tenía los ojos negros y brillantes y una sonrisa que era como un crimen terrible. Pero lo que no sabía todavía era que esa misma tarde al regresar de la escuela se lo iba a encontrar en la parada del autobús y cuando, mirándola directamente a unos ojos que ya no eran invisibles le preguntase que cómo se llamaba no iba a poder evitar que un gusano voraz le royera las entrañas igual que en otra época. Aunque en ese caso sería tan fugaz como un cuchillo y como la nostalgia, porque tampoco iba a poder evitar acordarse de aquella niña silenciosa con gafas de color rosa y mofletes hechos para pellizcar que hubiera matado por una mirada de cualquier Marco deliciosamente guapo y frívolo que la rescatase del anonimato (pero ya no, nunca más). Y entonces se iba a sentir espantosamente vieja a pesar de su frente lisa y de los restos de acné en la barbilla. Y cuando mucho más tarde - a lo mejor otro día - al bajar del autobús reparase en una chica que no llevaba los ojos pintados de negro ni había dicho una palabra hasta el momento, pero tenía una mirada inmensa de búho debajo de las gafas, le iban a entrar unas ganas locas de abrazarla y decirle al oído muy bajito que, aunque Marco no se había dado cuenta de que existía y aunque ni ella misma lo supiera todavía, era guapa, guapísima.
Y no necesitaba que nadie la viese para darse cuenta.

martes, 27 de noviembre de 2007

No pudo jugar porque tenía que lavar


Cantan en un anuncio de detergente que un tal Paco se levantó una mañana, puso la lavadora, y no se murió. Resulta que yo tampoco. Antes las lavadoras sólo tenían una rueda que giraba y un botón, ahora hay 20 programas de lavado y un rosario de teclas que no se sabe para qué sirven. La mía tiene una fila de luces rojas intermitentes y cuando centrifuga parece una nave espacial a punto de lanzarse a las estrellas dejándome un boquete en el techo. Pero esta mañana he hecho la colada, y aquí estoy. Programa corto. Suciedad normal. Agua fría. Planchado fácil. 900 revoluciones. Jabón de Marsella y suavizante concentrado de melocotón en sus respectivos compartimentos. Aunque a algunos les cueste creerlo. Ya sólo me falta aprender a planchar en condiciones y a coser para ser una persona de provecho y dejar a mi madre respirar.

domingo, 25 de noviembre de 2007

El efecto mariposa

"Si agita hoy, con su aleteo, el aire de Pekín, una mariposa puede modificar los sistemas climáticos de Nueva York el mes que viene"

No sirven las ecuaciones ni el cálculo integral: la mayoría de las veces es algo tan sencillo como eso, el aleteo de una insignificante mariposa en China, el zumbido de una mosca, el movimiento ondulante de las antenas de una hormiga, una araña deslizándose despacio desde el techo y pueden desatarse al otro lado del mundo tormentas eléctricas y vendavales que revuelven sábanas súbitamente humedecidas y hasta una lluvia de granizos carnívoros. Aunque parezca imposible en un sólo momento la vida puesta del revés. No era tan difícil después de todo.

Bienvenido sea el caos.

martes, 20 de noviembre de 2007

Y tú de quién eres

Niña, ¿tú de quién eres? Ah si, pues es que YA ni te conozco, cuánto tiempo, si me dijo tu abuela que YA tenías dieciocho, eres la pequeña, no, la mayor, YA tendrás hasta novio, claro… pues entonces te lo tienes que echar YA que tendréis que estar cuatro o cinco años juntos antes de casaros y eso, ¿de quién me habías dicho que eras?
Imposible explicar a esta señora que lleva más de 50 años casada como Dios manda y que acaba de leer mi futuro en la palma de su mano en un plisplás que el mundo es tan enorme que harían falta más que las 7 vidas de una gata para recorrerlo por entero, que tengo tantos sueños que no pasan por el altar, tantísimas cosas por vivir todavía… absurdo hablarle además de los amores revólver, de las verdades mentidas y los abrazos vacíos y los besos ausentes y más aún del filo helado de la desesperanza…

Y eso que pensaba que tenía dieciocho.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Emociones fuertes

Aquí dejo una cita de Virginia Woolf, perteneciente a "Orlando", una obra fascinante que es a la vez ensayo, novela de aventuras, y hasta juego, un auténtico viaje a través del tiempo y los sexos, un mosaico de historias que se suceden en perfecta sintonía y que son una sola:

"Porque si es temerario entrar sin armas en la cueva del león, o atravesar en una canoa el océano Atlántico, o pararse sobre un pie en la cúspide de San Pablo, más temerario aún es volver a casa con un poeta. Un poeta es a la vez Atlántico y león. El uno nos ahoga, el otro nos roe. Si sobrevivimos a los dientes sucumbimos a las olas. Un hombre destructor de ilusiones es a un tiempo fiera y diluvio"
Siempre he sido amante de las emociones fuertes. Quizá por eso me empeño en buscar poetas por las calles oscuras, al final de la cola del súper, en la barra de un bar.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Sobre flores y muertos

Hace unos días las flores tomaron las calles: margaritas y claveles y rosas y gladiolos y hasta terribles flores de plástico. Crisantemos, siempre crisantemos. Son las fechas en que la gente come huesitos de santo y castañas asadas y se acuerda de que hay muertos en los cementerios. Y es triste que las flores se pudran en los jarrones y se borren los nombres sobre las lápidas, pero también lo es que existan personas que no entiendan que hay lutos que se llevan por dentro y que duelen más que todas las blusas negras y las misas por la salvación de las almas. Para muchos lo que queda de un ser querido no está detrás de una pieza de granito finamente pulido, sino en una silla vacía, el hueco de una almohada, ceniceros rotos recuerdo-de-algún-lugar que nadie tira. Guitarras que no han vuelto a sonar.

Viejos

Las reuniones familiares pueden ser aburridas, la mayoría de las veces, y otras destapar fugazmente el Baúl de las Historias Perdidas. Las viejecitas con bastón y vicio inacabable por los mantecados y el celestineo descarado entre primos lejanos (parias solitarios e impares) suelen guardar un valioso tesoro de recuerdos que te pueden ir legando, no sin cierta usura, si sabes escuchar y puedes aguantar con paciencia el discurso sobre las virtudes de tu primo. Entonces muy despacio, tan despacio que apenas te darás cuenta, llegará un momento en que dejarán de mirarte, porque estarán hablando para ellas solas (quizá para una imaginaria corte de fantasmas), con ojos turbios y voz temblona... y te contarán los cuentos más asombrosos como si fuera realidad cotidiana, como quien repite la receta del mejor cocido del mundo o la lista de sus dolencias: amantes que huyen Pirineos abajo y soldados franceses que persiguen mujeres muertas y Penélopes que esperan una guerra y una condena a perpetua. Tú entonces debes beberte todas las palabras sin respirar ni hacer preguntas siquiera, empaparte de nombres e historias que estuvieron a punto de olvidarse. Por qué poco.
Así después, cuando de madrugada contemples tu reflejo en un espejo con pecas de azogue (pendientes de oro viejo y peineta de nácar), quizá puedas sentirte más cercana a ésa mujer de la que eres quizá la única imagen que sobrevivió a los años y a las termitas. Dicen que quiso a tu abuelo por encima de todas las cosas, a pesar de que había perdido una guerra o quizá precisamente por ello. Dicen también que era guapa como una mañana de mayo y, mientras te peinas lentamente frente a su espejo, te preguntas si es cierto que os pareceis tanto. Porque entonces a lo mejor son sus ojos los que casi lloran al acordarse de repente de todas las cosas que no recuerdan.

domingo, 21 de octubre de 2007

Besos que no fueron


En aquel beso pedido y rechazado en una acera cualquiera de Madrid estaban años de reencuentros y tropiezos. En aquel beso, seguramente tímido, torpe al principio quizá, latía todo lo que los dos habían sido, todo lo que habían perdido. Había un poso de adolescencia tardía en aquel beso que pudo ser y ya nunca será, horas de deseos lanzados en una botella al mar... para que se hundieran.

De una kamikaze

Dice Paulo Cohelo que el amor sólo sobrevive cuando existe una posibilidad, por pequeña que sea, de permanecer junto a la persona amada. Sin esa posibilidad, sólo los suicidas y yo, por lo visto, somos capaces de entregarnos totalmente.

La chica de las botas rojas

Llevaba unas botas rojas de altura vertiginosa y un taconeo veloz, pero inestable, reverberaba a su paso en las aceras vacías. Sus labios color ciruela refulgían en la oscuridad como un rubí desvaído; se adivinaban elásticos y abultados, quizá con un pequeño socavón en el centro, repasados con mano temblorosa en el baño de cualquier viejo bar de paredes negras y música ochentera. Caminaba con un cierto vaivén de sirena patosa, se tropezó, estuvo a punto de caer. Una carcajada de niña prematuramente vieja resonó en la calle. Al pasar junto al inmaculado portal de un hotel de lujo pegó su rostro al cristal de la puerta de entrada y le dejó un beso de carmín gastado al guardia que dormitaba en el interior. Estaba pálida como una muerta y sólo en sus mejillas se encendían dos brochazos terracota. La brisa mañanera se enredaba en su pelo que ondeaba sobre su espalda como una bandera pirata. Tenía los ojos enrojecidos y con una leve sombra oscura bajo las pestañas. Puede que hubiera estado llorando.
Aunque dicen que los hombres y las insomnes solitarias del sábado noche nunca lloran.