Tenía un tatuaje de henna en la palma de la mano que fue despareciendo en una sucesión de días iguales. Primero fueron las yemas y los bordes de la mano. Y el viento dejó de traerle cantos de mujeres guerreras y volvió a cobrar nitidez el horizonte. Después la palidez se fue extendiendo desde las puntas de los dedos, arrastrando oasis y camellos, hasta que sólo quedaron las antiguas líneas de la mano, esas en las que estaba escrito que tenía que levantarse a las 7 en punto para no llegar tarde al trabajo. El sol se le cayó de las manos y el primer frío del otoño le enrojeció los nudillos. Entonces no quedó nada salvo una palma vacía y el recuerdo difuso de haber pasado unas vacaciones en Benidorm.
"Regiones devastadas" Enriqueta Antolín
jueves, 10 de diciembre de 2009
Vacaciones
Tenía un tatuaje de henna en la palma de la mano que fue despareciendo en una sucesión de días iguales. Primero fueron las yemas y los bordes de la mano. Y el viento dejó de traerle cantos de mujeres guerreras y volvió a cobrar nitidez el horizonte. Después la palidez se fue extendiendo desde las puntas de los dedos, arrastrando oasis y camellos, hasta que sólo quedaron las antiguas líneas de la mano, esas en las que estaba escrito que tenía que levantarse a las 7 en punto para no llegar tarde al trabajo. El sol se le cayó de las manos y el primer frío del otoño le enrojeció los nudillos. Entonces no quedó nada salvo una palma vacía y el recuerdo difuso de haber pasado unas vacaciones en Benidorm.
sábado, 31 de enero de 2009
Del miedo y otros demonios
jueves, 29 de enero de 2009
Ausencias (o cómo echarte de menos sin comerme las uñas hasta los nudillos)
Volver
pide que tu camino sea largo
Kavafis
Si he estado ausente ha sido por motivos de peso. Me encontraba demasiado ocupada desmontando la gruesa coraza de cemento armado que tanto tiempo me llevó construir – hasta de ella me terminé aburriendo –, viendo pasar el mar desde la ventanilla de los trenes, persiguiendo volcanes, perdiéndome en iglesias viejas, atiborrándome de pizza, despreocupándome de todo, volviéndome definitivamente loca… no había mucho tiempo para parar a escribir pero una siempre termina regresando, como las notas de Gardel y el turrón de almendras, al desorden que dejó al otro lado del tímido – pero firme – portazo. Dijo un famoso turista que no has estado en ninguna parte hasta que no vuelves a casa, y a veces creo que llego a entender la paradoja, cuando levanto la persiana de mi habitación y me encuentro de nuevo con el azul engañoso de las montañas. Pero tarde o temprano ese mismo horizonte ondulado hace que me entren otra vez ganas de salir pitando, y creo que lo mejor sería poder pasarse la vida como Ulises, siempre regresando.