SEREMOS GATAS, DE ACUERDO, SEREMOS GATITAS SI SE EMPEÑAN, PERO CON ALAS. IMAGÍNATE, LAS MUJERES Y LAS GATAS EN CASITA, RONRONEANDO Y LAVÁNDONOS LA CARA TODO EL RATO, QUÉ MÁS QUISIERAN ELLOS. PERO NOSOTRAS NO, NOSOTRAS VAMOS A VOLAR.
"Regiones devastadas" Enriqueta Antolín

domingo, 1 de junio de 2008

Plazos perentorios (o esto no se acaba hasta que se termina)

A pesar de lo que diga el título, este post no es sobre la entrega de un trabajo o el envío de los papeles de la Erasmus, nada tiene que ver con yogures caducados, la factura de la luz, las últimas naranjas dulces de un invierno que se alarga, ni siquiera con el tren de las 20:30 que siempre cojo a la carrera. Es más una cuestión de cambio de piel, y de abismos que se abren en lo profundo de la selva. Es pasearse por el filo de las rocas sabiendo que hay que saltar. Ya no queda nada al otro lado. Y aún así se dilata la caída por un motivo que va más allá de la simple nostalgia (que también, imposible deshacerse de ese fantasma). Pesa más lo que nunca se hizo que todo lo que se podría hacer, y ese es el momento más peligroso, tiempo de pequeñas locuras y atroces borracheras de limón y sal. Otras veces pasé noches en vela cantando boleros o me bañé semidesnuda en un mar congelado o pisé furtivamente la arena de un ruedo. No aparté la mano cuando la cogió un desconocido. Salté la tapia de un cementerio. Y no sé que será ahora, porque todas las mañanas me miro soñolienta por última vez en el espejo de siempre y por última vez corro por calles que conozco de memoria para volver a llegar tarde a clase. Sigo empeñándome en acabar los finales, como los cuentos, antes de tiempo. Pero eso también tiene su lado positivo: permite devorar los momentos cotidianos con una avidez nueva, esa claridad febril que precede a los naufragios.



Para aquellos a los que también se les acaba el tiempo

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