SEREMOS GATAS, DE ACUERDO, SEREMOS GATITAS SI SE EMPEÑAN, PERO CON ALAS. IMAGÍNATE, LAS MUJERES Y LAS GATAS EN CASITA, RONRONEANDO Y LAVÁNDONOS LA CARA TODO EL RATO, QUÉ MÁS QUISIERAN ELLOS. PERO NOSOTRAS NO, NOSOTRAS VAMOS A VOLAR.
"Regiones devastadas" Enriqueta Antolín

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Desencuentros

A veces se demoraba atiborrándose de tostadas con mantequilla o simplemente mirando fijamente el techo al despertar y entonces tenía que coger sola el autobús para ir a clase sorteando la lluvia y el frío. Al principio había entablado grandes amistades de unos minutos por el puro placer de hablar español en aquella ciudad extranjera, pero luego, cuando el verano avanzó y seguían desfilando por el pasillo las mismas caras entre soñolientas y excitadas, aunque de personas siempre diferentes, terminó por limitarse a esbozar una sonrisa cómplice cada vez que oía una historia divertida relatada en su lengua materna. Invariablemente, en la planta de arriba se encontraba con algún grupo de quinceañeras con los ojos furiosamente pintados de negro y voces chillonas, y a pesar de que había aprendido a no escucharlas no pudo evitar que esa vez llamaran su atención. Hablaban de Marco, el italiano guapísimo que siempre llevaba un gorro blanco en la cabeza, y resulta que ella también se había tropezado con él por parques y bares y ya sabía que tenía los ojos negros y brillantes y una sonrisa que era como un crimen terrible. Pero lo que no sabía todavía era que esa misma tarde al regresar de la escuela se lo iba a encontrar en la parada del autobús y cuando, mirándola directamente a unos ojos que ya no eran invisibles le preguntase que cómo se llamaba no iba a poder evitar que un gusano voraz le royera las entrañas igual que en otra época. Aunque en ese caso sería tan fugaz como un cuchillo y como la nostalgia, porque tampoco iba a poder evitar acordarse de aquella niña silenciosa con gafas de color rosa y mofletes hechos para pellizcar que hubiera matado por una mirada de cualquier Marco deliciosamente guapo y frívolo que la rescatase del anonimato (pero ya no, nunca más). Y entonces se iba a sentir espantosamente vieja a pesar de su frente lisa y de los restos de acné en la barbilla. Y cuando mucho más tarde - a lo mejor otro día - al bajar del autobús reparase en una chica que no llevaba los ojos pintados de negro ni había dicho una palabra hasta el momento, pero tenía una mirada inmensa de búho debajo de las gafas, le iban a entrar unas ganas locas de abrazarla y decirle al oído muy bajito que, aunque Marco no se había dado cuenta de que existía y aunque ni ella misma lo supiera todavía, era guapa, guapísima.
Y no necesitaba que nadie la viese para darse cuenta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta leerte, ya lo sabes.. tienes esa dulzura fresca que hay veces que necesito.. y otras que trato de olvidar porque el sentir algo tan intensamente como lo acabamos sintiendo tú y yo, nos mata bastante.. acaba por dejarnos exhaustas..
pero lo que está claro, es que vivimos mucho más intensamente las cosas, verdad?!
Espero llegar algún día a conseguir publicar algo ;) y que te tenga de fan como lo soy yo tuya desde que te conocí en aquel concurso en Cartagena :)
Mil besos de tu amiga: aNiTa